Aquí viene el suspiro, no tiene ni ganas ni fuerza. Ha decidido romperse en el aire como una gota de agua en el mar. Como una caravana funeraria; caballos negros, carruaje negro, lluvia, un látigo con dientes de lobo.
Algunos ríen mostrando las caries de cien años de decadencia moral, otros, en cambio, lloran al ver como el último suspiro se funde con el aire diciendo adiós, despidiéndose tan fríamente como la atmósfera que rodea al difunto.
Ha muerto uno, uno de diez, de cien, de mil, uno de una inmensa infinidad. Reímos, y así nos va.
AQUILES
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